Unos 4.800 millones de los usuarios de telefonía móvil en todo el mundo (un 70% del total), la mayoría en mercados emergentes, todavía se conectan a través de redes de segunda generación, un estándar que data de los años 90. Por tanto, a la 3G, de 2003 y dominante en los países desarrollados, le quedan años por delante, y más todavía a la 4G (2009) que va ganando terreno con grados dispares de implantación – en España está empezando su despliegue en espera del llamado «dividendo digital» prometido para enero de 2015 – con la mayor velocidad hoy posible en transmisión inalámbrica de datos. No soporta todavía llamadas de voz, por lo que debe combinarse con redes de la generación precedente.
Esta es, a grandes rasgos, la situación en la que la industria empieza a moverse hacia la 5G, con la perspectiva de que pueda entrar en servicio como mínimo en el 2020. Estas cosas quieren tiempo, pero el marketing no da respiro.
Según algunos comentaristas, es un caso más de sobrecalentamiento de las expectativas tecnológicas (como la «computación de llevar puesta» que genera deliciosas crónicas, o el «internet de las cosas» que sólo ahora empieza a despegar. Para otros, este es el modo que tiene la innovación para abrirse camino: presentar el futuro como si ya estuviera al alcance de la mano. En la realidad, es prematuro hablar de 5G, porque está en fase de definición conceptual: el proceso de estandarización no podrá iniciarse antes de la conferencia mundial de radiocomunicaciones convocada en Ginebra en noviembre del 2015. Aun así, los fabricantes de equipos de telecomunicaciones llevan meses presumiendo de proyectos internos de 5G, y seguramente este será uno de los temas del Mobile World Congress de esta semana en Barcelona.
A finales de 2013 el 68% de las conexiones móviles en el mundo se basaban en 2G, con la que la telefonía móvil entró en la era digital. La intersección con la 3G se producirá en algún momento de 2015 pero a finales de la década habrá miles de millones de conexiones 2G. A este paso, la 3G seguirá siendo dominante por muchos años. ¿Por qué el empeño en precipitar el interés por la quinta generación cuando a la cuarta le queda recorrido ?
Porque cuanto más se hable de 5G, más se podrá influir en esa discusión: cada fabricante tiene interés en que sus propuestas formen parte del paquete, entre otras cosas para no quedar descolgado del disfrute de las patentes que se generen. Un ejemplo es Samsung, marca líder en dispositivos móviles pero competidor muy menor en el suministro de redes, que goza del poderoso impulso experimental de la operadora coreana SK Telecom. Samsung ha anunciado recientemente sus ideas sobre cómo transmitir por las ondas electromagnéticas volúmenes masivos de datos, incluyendo vídeo de ultra alta definición «prácticamente sin límites», y pretende que podrían llevarse a la práctica en la próxima década.
La compañía coreana ha desarrollado una tecnología que soportaría velocidades de «hasta cientos de veces más rápida que la actual variante LTE-Advanced de 4G». La originalidad (y las dudas que despierta) reside en que propone basarse en la banda Ka, usando un «transceptor adaptativo» con 64 elementos de antena, para hacer viable la propagación en las bandas milimétricas. Esto daría la posibilidad de transmitir datos con una frecuencia de 28 GHz a una velocidad de 1056 Gb/s a una distancia de 2 kilómetros. Las dudas vienen a cuento de que la banda de 28GHz se usa en las comunicaciones por satélite, en las que la señal se transmite la mayor parte del tiempo en el vacío, situación que Samsung habría recreado en laboratorio, pero no ha publicado datos sobre cómo lograría penetrar a través de materiales sólidos.
Otro caso significativo es Huawei, que dice haber puesto 200 ingenieros a trabajar en la definición de su propia tecnología, candidata a ser adoptada bajo la etiqueta 5G. La ambiciosa empresa china explica que se plantea multiplicar por 10 la velocidad máxima actual, a la vez que facilitar una mayor flexibilidad en el uso de las ondas y dar cobertura en el interior de edificios (cuanto más alta es la frecuencia, peor se recibe la señal a través de las paredes).
Un argumento que aparece en los documentos de Huawei es la virtud que debe caracterizar a la futura 5G para optimizar el espectro, habida cuenta del explosivo crecimiento de la demanda de transmisión de datos. Sería la llave para abrir la frontera de la conectividad en la era de Internet de las cosas. Huawei cuenta con el respaldo activo de las autoridades chinas, que también se han fijado como meta 2020 para consolidar su liderazgo en el mercado de los equipos de red. Huawei no descuida el flanco europeo – Estados Unidos le está vedado, por razones políticas – y aspira a participar en un proyecto piloto patrocinado por la UE, que esta semana presentará la comisaria Neelie Kroes en Barcelona. De momento, Ericsson, Nokia Solutions y Alcatel Lucent tratan de hacer valer su condición de compañías europeas para defenderse del competidor chino, que les quita negocio.
Ahora mismo, lo único realmente existente que merezca el calificativo de «próxima tecnología» es una extensión de la 4G/LTE que se conoce como LTE-Advanced. Uno de sus impulsores es la compañía californiana Qualcomm, cuya trayectoria se caracteriza por adelantar propuestas que acaban siendo asumidas por los fabricantes que licencian sus patentes. Será, por supuesto, uno de los ejes de la presencia de Qualcomm en el MWC de este año. Los papers difundidos por Qualcomm ponen el acento en dos necesidades que pronto serán acuciantes: las conexiones machine- to-machine necesitarán espectro, y lo mismo ocurrirá con la expansión de las redes WiFi.
Sólo uno de los cinco o seis componentes de LTE-A, conocido como carrier aggregation, se está desplegando en algunos países pioneros, con la esperanza de que ayude a corregir el rumbo en el crecimiento del sector de la telefonía móvil. También hay dudas a este respecto. Un informe de la consultora A.D. Little, patrocinado por el operador británico EE, llega a la conclusión de que no será suficiente para restaurar la deseable progresión de los ingresos de esta y otras compañías, en jaque por la desafortunada coincidencia entre precios a la baja e intensidad de tráfico al alza. Por lo visto, no hay manera de convencer a millones de consumidores de datos de que, a fuerza de buscar tarifas baratas, están contribuyendo a degradar la calidad del servicio y los balances de los operadores.
La expresión mediática «móviles ultrarrápidos», tan gráfica para definir la tecnología 4G, será aún más imprecisa cuando se generalice su variante LTE-A. Muy pocos smartphones en el mercado están preparados para ella; Samsung tiene en este campo la ventaja que le da el cumplimiento de los requisitos de SK Telecom.
La velocidad en las conexiones es sólo una de las ventajas que ofrece, pero la más relevante será un mejor aprovechamiento del espectro, un recurso fatalmente finito. «Tenemos que ir más allá del segmento radio – sostiene Ulf Ewaldson, CTO Ericsson – porque el futuro de las telecomunicaciones tiene que ver con la migración de los servicios a ´la nube`, con aplicaciones que aún desconocemos y con las conexiones M2M (máquina a máquina), que con lo que hoy llamamos, por inercia, telefonía móvil». Un argumento difícil de digerir por quienes creen que el Mobile Wold Congress es una feria de gadgets.
[publicado en La Vanguardia]